Cuando un niño o adolescente tiene problemas con la visión no se suele pensar que puedan estar relacionados con la musculatura. No obstante, hay que decir que no es extraño que el origen del problema esté en un mal funcionamiento de los músculos oculomotores -los músculos que mueven los ojos- debido a un desequilibrio de la musculatura tónica del cuerpo.
Para que la visión sea correcta hace falta que los dos ojos coordinen sus movimientos para enfocar el mismo punto, obteniendo así dos imágenes planas de un mismo objeto que el cerebro es capaz de convertir en una sola imagen tridimensional del mismo. Por esta razón, un mal funcionamiento de los músculos oculomotores -habitualmente debido a una contractura de alguno de estos músculos- puede provocar problemas con la visión.
Hay una gran interdependencia entre el funcionamiento de la visión y la musculatura del cuerpo. Los músculos que mueven los ojos trabajan conjuntamente con la musculatura que orienta la cabeza respecto al tronco y ésta con la de todo el cuerpo. Así podemos mirar un objeto y enfocarlo moviendo sólo los ojos pero rápidamente orientaremos la cabeza en dirección al objeto para que los ojos puedan enfocarlo desde el centro de las órbitas (su posición de reposo) y terminaremos por orientar todo el cuerpo hacia el objeto para que la musculatura que orienta la cabeza tampoco se fatigue. Es de este modo que podemos mover la cabeza o el cuerpo sin dejar de mirar hacia un mismo punto y que la tarea de mirar -que usamos continuamente y, por lo tanto, no debe sernos costosa- resulta ser lo menos fatigante posible.
Así pues no nos tiene que extrañar que un problema en la postura del cuerpo -mantenida por los músculos tónicos- pueda repercutir en la musculatura del ojo y provocar determinados problemas de visión.
La musculatura del ojo
Cada ojo dispone de 6 músculos que permiten mover (girar, de hecho) el globo ocular para dirigir el ojo hacia el punto de nuestro interés: se denominan músculos oculomotores. Son músculos voluntarios, que nos permiten mover los ojos de acuerdo con nuestra voluntad, pero que también están regidos de manera inconsciente por el cerebro (por ejemplo, al mover la cabeza, el reflejo vestíbulo-ocular nos hace mover los ojos en sentido inverso para que no perdamos la visión del punto donde tenemos fijada la mirada). Los problemas de los músculos oculomotores se suelen atribuir a una presunta debilidad muscular pero en la práctica sabemos que en general son debidos a contracturas (hipertono muscular).
Hay también otros músculos que intervienen en la visión, pero son involuntarios (es decir, son controlados por el cerebro de manera inconsciente). El músculo ciliar tiene la función de hacer curvar el cristalino para regular la distancia a la que el ojo enfoca y poder así enfocar un objeto cercano o lejano y, por otro lado, el músculo constrictor de la pupila controla la apertura de la pupila para adecuar el ojo a la cantidad de luz presente.
Hay que destacar que el músculo ciliar y el constrictor de la pupila trabajan conjuntamente con los oculomotores para permitir visualizar con continuidad y con la máxima definición posible un objeto cercano. Los músculos oculomotores mueven los ojos para mantenerlos en la dirección en que se encuentra el objeto y al mismo tiempo el músculo ciliar modifica la curvatura del cristalino para mantener el objeto enfocado y el constrictor de la pupila adecúa la cantidad de luz para obtener una imagen más nítida.
Esta interdependencia hace que un problema en el funcionamiento de los músculos oculomotores (normalmente causado por un desequilibrio de los músculos tónicos que mantienen la postura del cuerpo) pueda repercutir en la capacidad de enfocar nítidamente y, a la inversa, que un problema en el funcionamiento del músculo ciliar o del músculo constrictor influya en el funcionamiento de los oculomotores (y, a través de estos, pueda repercutir también en la musculatura tónica que mantiene la postura).
Problemas de visión (patologías)
Los problemas de visión susceptibles de ser debidos a una causa mecánica (es decir, a un desequilibrio de la musculatura tónica del cuerpo) son los siguientes:
- Estrabismo: Se caracteriza porque los dos ojos miran en dos direcciones diferentes al centrar la vista en un punto de interés. Sucede cuando el cerebro no es capaz de forzar los dos ojos a mirar en una misma dirección debido a que la desviación que presentan es demasiado importante (estrabismo), hay fatiga (estrabismo inconstante), etc. La causa más habitual es que una contractura de alguno de los músculos oculomotores impide que un ojo pueda moverse correctamente en una determinada dirección (estrabismo no concomitante) o que todas las direcciones estén afectadas (estrabismo concomitante).
El estrabismo se detecta por la desviación de uno de los ojos al centrar la mirada en un objeto. Además la persona no tendrá visión en 3D, pero puede ser que no sea consciente de esto último. En caso de estrabismo inconstante, los síntomas suelen aparecer con la fatiga, más bien hacia la tarde o noche, y pueden incluir visión borrosa, dificultad para enfocar, molestias al conducir por la noche, fotofobia (la luz molesta), etc. También puede ser que haya miopía o hipermetropía asociada al estrabismo.
- Foria: Caracterizada por una desviación excesiva de los ojos en reposo (cuando los ojos no trabajan) que, no obstante, el cuerpo es capaz de corregir para forzar los dos ojos a mirar en la misma dirección al usar los dos ojos para mirar algo. Dependiendo de la importancia de la desviación y, sobre todo, del grado de esfuerzo que tiene que hacer el cuerpo para superarla y tener visión en 3D, habrá más o menos sintomatología asociada: picor y enrojecimiento de los ojos, dolor de cabeza y fotofobia (sobre todo por la tarde, cuando hay cansancio), afectaciones de la postura o el equilibrio, cervicalgia, etc. y, en el caso de niños y adolescentes, también nos podemos encontrar con irritación, déficit de atención, dificultades de lectura, cansancio, taparse un ojo, posturas extrañas, dificultades con el deporte, etc.
Las forias son debidas muchas veces a un desequilibrio en el tono muscular de los músculos oculomotores. Como consecuencia de la foria puede ser que haya también miopía o hipermetropía asociada.
- Miopía: La miopía o no ver con claridad a lo lejos, es debida a que el cristalino del ojo mantiene un grado de curvatura excesivo que impide que el ojo pueda enfocar un objeto lejano. Puede ser que la encontremos sola o asociada con un estrabismo o foria.
- Hipermetropía: La hipermetropía, el no ver con claridad de cerca, es debida a que el cristalino es incapaz de adoptar un grado de curvatura suficiente como para poder enfocar un objeto cercano. Suele estar asociada a un estrabismo convergente o a una endoforia.
- Ambliopía: La ambliopía u ojo vago, es decir, la disminución de la agudeza visual en un ojo, suele ser secundaria a un estrabismo o foria.
Tratamiento
Ante un problema con la visión, debido a la gran interdependencia que presentan entre sí los diversos elementos del aparato visual, en general no sabremos qué es causa y qué consecuencia, puesto que el cuerpo intenta compensar los defectos de visión mediante el resto de elementos que intervienen o repercuten en la visión. Así, por ejemplo, tanto puede ser que un problema cervical provoque un estrabismo y el estrabismo una hipermetropía como que una hipermetropía provoque un estrabismo y éste problemas cervicales. Por eso habrá que actuar paso a paso sobre los distintos elementos que intervienen o pueden causar problemas en la visión.
Habitualmente, el tratamiento se hará conjuntamente entre el fisioterapeuta y el optometrista, combinando Mioterapia y terapia visual. Antes de empezar el tratamiento, habrá que disponer de un diagnóstico preciso de cuál es el estado de los ojos y qué problemas de visión presentan. Este diagnóstico lo realizará el optometrista (o un oftalmólogo).
En primer lugar habrá que corregir los déficits de refracción (miopía, hipermetropía, astigmatismo) mediante ojeras o lentillas, de haberlo. Igualmente, si uno de los ojos presenta poca agudeza visual (ambliopía) habrá que hacer terapia visual para intentar mejorarla. También será importante asegurarse de que haya una buena oclusión dental y corregirla de no ser así.
A continuación, habrá que reequilibrar la musculatura tónica del cuerpo para eliminar las disfunciones que pueda provocar sobre los músculos oculomotores. Normalmente bastará con tratar los dos posibles inicios de la cadena de compensación muscular, el cuello y los tobillos. Dado que lo más habitual es que el niño o adolescente no presente dolor, resulta difícil averiguar cuál es el origen de la cadena de compensación y por eso se tratan el cuello y los tobillos simultáneamente.
El tratamiento local de los músculos oculomotores se puede efectuar como último recurso, pero en principio no será necesario. Hay que entender que los músculos oculomotores sufren las consecuencias de los desequilibrios de los músculos con los que se relacionan, es decir la musculatura cervical y los músculos ciliar y constrictor de la pupila, pero no son ellos quienes crean en primer lugar la disfunción. Son un eslabón en medio de la cadena, que sufre y transmite las disfunciones, pero la cadena está gobernada esencialmente desde sus extremos.
Una vez hechas 8 sesiones de Mioteràpia, se realizará una nueva evaluación optométrica para validar la eficacia del tratamiento y decidir si hay que modificar la corrección refractiva (la graduación de las gafas o lentillas) y si hay que continuar con el tratamiento o no.
Hay que decir que si la causa primera del problema es una miopía o una hipermetropía debida a causas intrínsecas a los ojos, no podremos evitar las gafas o lentillas pero por lo menos conseguiremos que no tenga consecuencias perjudiciales en la musculatura tónica del cuerpo. Y también hay que decir que cuanto antes se inicie el tratamiento, más posibilitados de éxito tendrá.