En el cuerpo, la musculatura está doblada. Es decir, para cada articulación, hay 2 músculos que hacen la misma función. Por ejemplo, tanto el músculo braquial como el bíceps braquial permiten hacer la flexión del codo. No obstante, estos músculos presentan una diferencia fundamental: el primero es tónico y el segundo fásico o dinámico.
Los músculos fásicos son los que utilizamos preferentemente para mover las articulaciones del cuerpo. Son los más conocidos pues son los que se trabajan más habitualmente en la práctica deportiva. Lo son, por ejemplo, el bíceps braquial y el recto anterior del cuádriceps. Dado que su función es el movimiento de la articulación, tienen una mayor proporción de fibras musculares rápidas y suelen tener inserciones lejanas, para poder hacer movimientos rápidos. Su patología se caracteriza por roturas fibrilares y por la rápida pérdida de masa muscular en caso de poca solicitación.
Los músculos tónicos son los que utilizamos preferentemente para mantener las posiciones de las articulaciones contra la gravedad. Algunos de ellos son bastante conocidos como, por ejemplo, el sóleo y el psoasilíaco. De acuerdo con su función, tienen una mayor proporción de fibras musculares lentas, que actúan más lentamente pero tienen más capacidad de resistencia que las rápidas. Su patología se caracteriza sobre todo por las contracturas musculares.
Como es lógico, los músculos tónicos y fásicos deben ir siempre regulados los unos en función de los otros (y teniendo en cuenta también los músculos antagonistas, sinérgicos, etc.) para que todo funcione bien. Este es un aspecto del aparato locomotor aún poco conocido y en el que hay que profundizar mucho más.
En todo caso, lo que es muy importante en terapéutica es tener en cuenta que son los músculos tónicos los únicos que se contracturan y provocan desequilibrios mecánicos y sus consecuencias. Este hecho facilita mucho determinar la causa de los problemas mecánicos y también su tratamiento.